La conversión de la experiencia soviética en paradigma para quienes en otros lugares libraban sus propias luchas anticapitalistas, y la imperiosa obligación de defenderla frente a sus enconados y poderosos enemigos, condujo a la subordinación de gran parte del movimiento revolucionario a la política y los intereses de la URSS que no siempre correspondían con los de otros pueblos.
La guerra fría y la división del mundo en dos bloques de estados antagónicos que se amenazaban mutuamente con la aniquilación nuclear, redujo al mínimo la capacidad del pensamiento crítico y reforzó el dogmatismo” En ese sentido hay que regresar a la tan conocida como olvidada definición de Lenin: “Una acertada teoría revolucionaria sólo se forma de manera definitiva en estrecha conexión con la experiencia práctica de un movimiento verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario”. Esa teoría, a escala mundial, no existe como algo hecho, que sirva de guía en la lucha para sustituir el actual orden y transformarlo en dirección al socialismo.
La teoría hay que formarla y su formación definitiva tiene que realizarse en una interrelación constante con la práctica, en un proceso del que ambos integran un todo inseparable. Pero no se trata de cualquier práctica sino la de un movimiento que sea, a la vez, “verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario”.
Colectivo de Planta y operaciones CALIPSO TV
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